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07/11/2022
Varios son los temas que tenemos pendientes en el tintero, como se dice en el argot del periodismo, por lo que hoy retomaremos el tema del movimiento de las estudiantes de la Escuela Normal Rural “Lic. Benito Juárez”, ubicada en el municipio de Panotla.
Centros de estudio creados a inicios de los años veinte del siglo pasado, bajo la dirección de José Vasconcelos, primer secretario de Educación Pública en nuestro país, esto como respuesta a uno de los fuertes reclamos enarbolados en el movimiento revolucionario de 1910: enfrentar la enorme desigualdad que se vivía en materia de educación.
Por lo que se decidió instalar escuelas rurales en los lugares más apartados de los centros de población e iniciar intensas campañas de alfabetización encabezadas, precisamente, por maestros rurales.
Desde entonces el maestro rural posee el conocimiento fiel de las condiciones de pobreza en las que sobreviven miles de personas, mayoritariamente campesinos y jornaleros, allá, en sus lejanos pueblos de origen.
Dolidos por la lacerante realidad que hasta la fecha existe en montañas y zonas de pobreza extrema, los maestros rurales, además de alfabetizar, históricamente se han integrado a las comunidades para encabezar las luchas por lograr mejores condiciones de vida para sus pobladores.
Qué mejor ejemplo de esta conciencia social la demostrada por los maestros rurales Genaro Vázquez Rojas y Lucio Cabañas Barrientos, egresados ambos de la Escuela Raúl Isidro Burgos, conocida también como Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, localizada en el municipio de Tixtla de Guerrero.
Maestros que, ante el abuso de poder de los gobiernos en turno, en la década de los 70 decidieron tomar el camino de las armas y organizar un movimiento guerrillero, el cual fue derrotado ante el avasallamiento de la fuerza pública conformada por el Ejército y policías estatal y municipal. Movimiento armado que a lo largo de varios años costó la vida a cientos de personas, ligadas o no a la guerrilla, durante la llamada “guerra sucia”, en donde la tortura y la desaparición forzada siempre estuvieron presentes.
Conciencia social magisterial anidada en las escuelas normales rurales que se ha convertido en un “dolor de cabeza” para las autoridades gubernamentales. Desde hace años, específicamente durante los gobiernos de corte neoliberal, han existido intentos por desaparecer estos centros de estudio, en donde por derecho propio asisten a estudiar jóvenes de escasos recursos económicos, hijos de campesinos, de obreros, de trabajadores no asalariados, que tienen necesidad de recibir alojamiento, alimentos y vestido por parte del gobierno. Política que el propio presidente Andrés Manuel López Obrador considera pertinente, e incluso ha alentado dentro de su gobierno, bajo el lema de “primero los pobres”.
No obstante, las intensas campañas de denostación, odio y criminalización orquestadas desde los gobiernos locales en contra de los estudiantes normalistas rurales desde diferentes medios de comunicación y redes sociales, no son más que otro tipo de “guerra sucia”, con el claro propósito de confundir a la opinión pública y, de esta manera, justificar la represión policíaca.
Ante los hechos violentos ocurridos en días pasados que, lamentablemente, terminaron en tragedia con la muerte de una estudiante normalista de Panotla, se puede decir que nada justifica el saqueo de un camión refresquero ni de tiendas de conveniencia, pero, más aún, nada justifica la represión ejercida con el uso desmedido de la fuerza pública, en donde hicieron acto de presencia cientos de policías estatales y municipales y decenas de patrullas. Los resultados de esta pésima “estrategia de inteligencia policíaca” están a la vista. Tema que en otro momento habremos de abordar.
Cerramos este EDITORIAL con una frase: La conciencia social crítica del magisterio está en los maestros rurales.