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Tristemente, la tarde del pasado uno de enero se dio a conocer el fallecimiento de un masculino de 32 años de edad que se encontraba internado en un presunto “Centro de Rehabilitación”, ubicado en la comunidad de San Antonio, municipio de Cuapiaxtla.
De acuerdo a los resultados de la necropsia de ley practicada, se dice que el hombre falleció “por asfixia mecánica por broncoaspiración”. No obstante, las muertes ocurridas al interior de estos sitios, comúnmente llamados “anexos”, jamás son investigadas a fondo; por lo que se desconoce quiénes son sus propietarios y si existe personal capacitado para atender a los enfermos. Generalmente, son meros centros de contención que no coadyuvan a la recuperación integral de los adictos al alcohol y las drogas, cuyos métodos de “cura” se basan, en su gran mayoría, en ejercer violencia física y psicológica.
Pacientes que por determinadas circunstancias de la vida han caído en el consumo de sustancias nocivas y que son vistos como “enemigos” de la sociedad, sin que ningún orden de gobierno asuma la responsabilidad real de tratar este grave problema como un asunto de salud pública que cada día crece más y más entre la población joven.
Aunque en el discurso se alardea de la aprobación de una Ley de Salud Mental y de la creación de una Clínica de las Emociones en Tlaxcala, en estos días difíciles, tan complicados por lo que representan emocionalmente las fiestas decembrinas y el año nuevo, en la clínica el personal goza tranquilamente de su período vacacional. Los enfermos qué importan, la depresión qué importa, los intentos de suicidio qué importan, al fin y al cabo, son unos simples viciosos y gente débil de carácter que no merece la mayor atención.