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Federico Villanueva
Retro reseña
Corría el año de 1973, el rock vivía su apogeo, la moda era extravagante y los cambios en los ámbitos cultural, social y tecnológico estaban por dar un gran salto, además de que la guerra fría extendía por todo el mundo la obsesión por el peligro ante el crecimiento amenazador del bloque comunista o del bloque capitalista.
Y, mientras en México nacía el nuevo cine mexicano de la mano del ahora extinto Banco Nacional Cinematográfico y de la recién construida Cineteca Nacional, en Estados Unidos el cine vivía uno de sus momentos más brillantes, el deseo de los directores por retar al régimen social y a los nuevos espectadores crecía en la mente de cineastas como Woody Allen, Robert Altman, Francis Ford Coppola, Martin Scorsese y Richard Fleischer, entre otros.
Precisamente, de Richard Fleischer y su película “Soylent Green” (Cuando el destino nos alcance), basada en la novela ¡Hagan sitio!, ¡Hagan sitio! de Harry Harrison, es de lo que hablaremos en esta ocasión.
La cinta, que data de los años 70’s, nos narra un futuro distópico ambientado en el 2022, en el que la industrialización del siglo XX ha llevado a la sociedad a vivir en la desgracia, hacinados en grandes edificios, ni un centímetro de espacio para alguna planta, además del calentamiento global y la contaminación. La película nos muestra que en la ciudad de Nueva York ya viven 40 millones de habitantes que harán lo que sea para conseguir lo que necesitan, y lo que más necesitan es Soylent Green. Pero, tal como sucede en la triste realidad, sólo la pequeña élite política que mantiene el control económico tiene acceso a algunos lujos como carne, frutas y verduras. Para la demás personas existe el Soylent para alimentarse y, como era de esperarse, no hay suficiente para todos.
La sociedad retratada en este filme se centra en su plena decadencia, la lucha de clases se encuentra perfectamente sugerida en una imagen de la gran ciudad partida por la mitad por el cauce de un río seco. La involución social y cultural está tan marcada y es tan grave que las mujeres son literalmente muebles que vienen con la vivienda, si es que perteneces a la élite política.
Tres personajes son los que sobresalen en la cinta: Detective Robert Thorn, interpretado por el mítico y republicano Charlton Heston. Thorn se ve involucrado en la investigación del asesinato de uno de los principales accionistas de la compañía Soylent, William R. Simonson, quien ha sido encontrado muerto en su apartamento. Decide hacer una visita al lugar y encuentra el cadáver en un charco de sangre, con múltiples golpes en la cabeza. Recorre el lugar y se encuentra con cosas que nunca había visto antes, como un refrigerador con alimentos. Licores, una ducha con agua caliente y jabón, y una biblioteca.
Shirl, interpretada por Leigh Taylor-Young, una hermosa mujer de 21 años que en realidad es parte del mobiliario más que una persona, podemos notar en su actuación que efectivamente las mujeres son poco menos que objetos y ellas también se sienten así.
Solomon “Sol” Roth, interpretado por Edward G. Robinson (en su último papel para el cine), un erudito y estudioso que vive en un mundo donde nada de eso tiene ningún valor.
Soylent Green es una película llena de imágenes poderosas, aunque la más impresionante de todas es la del suicidio de Roth. El viejo judío ha decidido quitarse la vida al descubrir el espantoso secreto del Soylent, que revela a Thorn, y muere lentamente ante una gran pantalla que proyecta vistas idílicas del mundo de antaño, con Vivaldi como música de fondo.
Una película inquietante y aterradora, con un mensaje plenamente vigente hoy, 46 años después de su estreno. Una pequeña joya de la ciencia-ficción que, además, nos invita a reflexionar sobre nuestro incierto futuro. Un futuro que, no lo olvidemos, creamos nosotros mismos.
Los invito a ver Soylent Green (Cuando el destino nos alcance) y descubran porqué el Soylent es vida y muerte a la vez.
